Los Requisitos de Dios II

Por: Angie M. Contreras (angiehayes17@yahoo.com)

¿Qué tal, hermanos?

Continuando con el estudio que iniciamos hace unos días, y que, espero, les haya resultado edificante, aquí está la segunda parte del tema: Los Requisitos de Dios.

Shalom, bereanos.

Requisitos de Dios

VI) Humildad, servicio

El que sirve a los demás es el mayor. El humilde es exaltado. Esos son algunos de los principios del Reino. Servir, es algo que pocos desean hacer; la palabra líder, antes que la palabra siervo, describe la condición de los “funcionarios” de la iglesia actual. Ser líder es gobernar, ser siervo es ayudar. Creo que el más grande líder y siervo que existe nos ha dado ejemplo con Su propia entrega a los demás, no estimando el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino humillándose hasta lo sumo.

Reflexione en este momento: ¿imagina usted a alguno de estos evangelistas de renombre, lavando los pies de los que les siguen?, ¿Se los figura usted sentados a la mesa con una prostituta, saliendo a defender a alguien que haya pecado, yendo en pos de la escoria de la sociedad, para salvarles? Pienso, más bien, que muchos de estos afamados líderes cristianos, guardan un enorme parecido con los ultra-religiosos fariseos: buscando ser reconocidos y admirados, ocupando los primeros lugares, codeándose con la crema y nata de la sociedad, antes que con los desahuciados, viviendo del lujo y la ostentación, antes que de la humildad y la sencillez (cobrando tarifas exuberantes por compartir el don que Dios les dio) ¿Saben? Esto lo he afirmado con un mar de lágrimas en mis ojos. El Maestro nos dijo “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura…”, no “Id por todo el mundo y vended el Evangelio a toda criatura”…Aún lloro.



Ahora, debo aclarar: la Biblia es clara cuando ordena que el que trabaja anunciando el Evangelio sin dedicarse a otra actividad, debe ser sostenido por sus hermanos, eso es indiscutible(http://www.biblegateway.com/passage/?search=1%20Corintios%209:13-14&version=RVR1960). Como doliente, puesto mi padre es pastor a tiempo completo (24/7, 52/12, 365/1) y siervo de Jesucristo, por llamado de Dios y no de hombres, entiendo que el que hace la obra de Dios merece su sustento y no debe vivir en indigencia, carestía, privación ó pobreza extrema. Lo que reprocho es, más bien, la suntuosidad y pomposidad con las que viven las “estrellas” de nuestro medio, al mejor estilo de “celebridades hollywoodenses” (mientras que: parecido con Cristo=0)
Pero no sólo esto, sino que además muestran una soberbia, autosuficiencia y egolatría, en sus actuaciones y hasta en sus predicaciones, que hacen obvia la realidad de que no es Cristo en ellos, sino ellos en ellos, por ellos y para ellos. Lo que es peor: al exhibir estas conductas que tanto dejan que desear, no se les puede cuestionar en lo absoluto, porque son los “súper-ungidos”, intocables, irrefutables…. Lo siento, amados: no puedo creer que un árbol sea bueno, cuando veo un mal fruto en él; pero sí ruego a Dios, que todo aquel que se comporte de esta manera debido a que su entendimiento ha sido cegado por el Maligno, reciba en sus ojos la vista para discernir lo que hace mal, y así se aparte de ello, si en verdad es su meta agradar a Dios.


VII) El fruto del Espíritu. El listado dentro del listado.


El conocido pasaje de Gálatas nos detalla las características ó cualidades inherentes al fruto del Espíritu Santo. Tiempo atrás, en un estudio Bíblico de mi hermano Víctor Adiel, nos fijamos en la forma singular utilizada: el. De modo que es Un fruto, el fruto, con sus respectivas propiedades. Digamos que, una manzana, por ejemplo, es un fruto, con sus características: es roja, dulce, etc. El resultado de sembrar un árbol de manzana, será ese fruto, con todas sus características. Así, el fruto del Espíritu debe ser concebido como un todo, no como diferentes elementos dispersos y separados, pues la veracidad de esta última interpretación daría la capacidad a alguien de poder afirmar: “tengo amor, pero no tengo fe. Al menos tengo 1 de los frutos.” Mas, si lo vemos como un fruto, sabremos que está incompleto, y que debemos hacer nuestro mayor esfuerzo, con ayuda del Espíritu Santo, para lograr un producto pleno, que sea de Su satisfacción y agrado.



Este es el Fruto del Espíritu:

a) Amor: Aunque ya hemos hablado de él, vuelvo a enfatizar, quien no ama, sencillamente no conoce a Dios.

b) Gozo: El gozo cristiano no significa sonreír siempre, cual reinas de belleza, exhibiendo todos nuestros dientes, ocultando nuestro verdadero sentir. Gozo=confianza, quien confía en Dios, está gozoso en las tribulaciones, porque confía en Dios y sabe que Él ha de darle la victoria, por más difícil que pueda ser su situación. Podemos estar tristes, derribados, pero no destruidos.

c) Paz: La paz está directamente relacionada con la confianza, al igual que el gozo. Paz, no quiere decir que algunas situaciones no nos causarán aflicción, sino que en medio de las aflicciones tenemos la paz de Cristo en nuestros corazones, que radica en la esperanza de vida eterna y victoria sobre el mal en el Nombre de nuestro Señor y Salvador. Esta paz descansa sobre la Soberanía y la Gracia de Dios, a quien entregamos todas nuestras cargas.

Paz ≠ No tener cargas y ansiedades, Paz=Cuando las tenemos, las ponemos a Sus Pies, confiando en sus sabios designios.

d) Paciencia: Hacia nuestros hermanos, y en aquellas cosas que esperamos de Dios. También está emparentada con la confianza. Confiar=Saber esperar pacientemente la Voluntad de Dios.

e) Benignidad: “Afabilidad, piedad, benevolencia” (Diccionario RAE). Esto significa que no hay intenciones maliciosas en nuestro accionar, sino que nos conducimos en amor, sin fingimiento. Jamás desearemos la muerte del que muere, ni envidiaremos la prosperidad del que prospera. No haremos bien con malos fines, no haremos mal con buenos fines. Andaremos en rectitud, dando lo que hemos recibido también por Gracia.

f) Bondad: Amabilidad. “Natural inclinación a hacer el bien” (Diccionario RAE) Esto significa que el Espíritu Santo que mora en nosotros, nos motiva constantemente a hacer bien a los demás, sin que esto sea causa de molestia. Bondad es la evidencia de lo que hemos creído, las obras de la fe: vestir al desnudo, alimentar al hambriento, saciar al sediento, hospedar al desamparado, sustentar a la viuda y al huérfano, llorar con los que lloran, ofrecer consuelo a los de apocado corazón, visitar al prisionero, buscar a los perdidos, etc. ad infinitum.

g) Fe: Hemos hablado de que es indispensable. Si el Espíritu Santo mora en nosotros, no puede haber lugar para dudas sobre Dios y su existencia, poderío, soberanía, justicia, gracia, amor, bondad, salvación, y otros bienes que sólo se encuentran en Él. Amén.

h) Mansedumbre: Sosiego que nos hace ajenos a cualquier tipo de violencia física ó verbal. Significa que no utilizamos nuestros labios, puños, piernas, ni otros miembros para infligir ó causar daño al prójimo. Nuestras acciones y reacciones son apacibles siempre, a medida que se forma Cristo en nosotros. (Ojo: Significa que el Único tipo de enojo que nos está permitido, es el igual al que manifestó Cristo al ver los mercaderes en el templo)

i) Templanza: Esta cualidad la relaciono con la sobriedad, la calma que se mantiene bajo tempestades buenas y malas (ya me entenderán). De hecho, la Nueva Versión Internacional, la nombra como “Dominio Propio” ( http://www.biblegateway.com/passage/?search=Gálatas%205:22-23&version=NVI) Digamos, pues, que es la capacidad de atravesar las pruebas y dificultades sin perder nuestro Norte, y de disfrutar las bendiciones que vienen a nuestras vidas con moderación, prudencia y sabiduría. En abundancia, sobrio; en escasez, sobrio. Significa que nada debe alterar nuestra conducta cristiana, mucho menos, nuestra fe.

j) Contra tales cosas, no hay ley.





VIII) Misericordia.




Miqueas 6:8, “amar misericordia”. ¿Saben algo? Estoy convencida de que muchos aborrecen la misericordia, en lugar de amarla. Cuando jugamos a ser dios, me parece que el único atributo que nos conferimos a nosotros mismos es la capacidad de juzgar y condenar, nunca la de perdonar y restaurar. Tan maravillosa y sublime es Su Gracia, que hasta en ocasiones nos molesta, y somos como Jonás que no quería el perdón y la salvación para Nínive, ó como los fariseos que querían la muerte de la pecadora, conociendo ellos su propia condición de pecadores, la cual los descalificó para arrojar la primera piedra.

Quizás también, guardamos un enorme parecido con el deudor que fue perdonado de tan grande deuda, y no pudo tener compasión de aquel consiervo que le debía una suma irrisoria, en comparación con la que él tenía pendiente con su señor. Suplicó misericordia, la recibió, pero no pudo compartirla. Hasta ahí llega nuestra naturaleza egoísta e implacable. Clamamos a Dios para que se compadezca de nosotros, mas no sabemos tener compasión de nuestros hermanos. Recibimos Gracia, pero damos desgracia.
Ver la falta de misericordia me hace pensar que nos consideramos superiores delante de Dios. Nosotros sí somos merecedores de la misericordia de Dios, pero no el otro: ese tan pecador, tan indigno. Si alguna vez usted ha pensado así, sepa que Dios le observa y dice: ¿Quién eres?
Todos somos pecadores indignos, salvos por Gracia. Si recordásemos esto más a menudo, nos sería prácticamente imposible juzgar a los demás.

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